Un día inolvidable Playboy comiendo dos putas
La aventura que viviría esa noche fue algo que nunca olvidaría comiendo dos putas en casa. Todo estaba organizado de antemano, todos los detalles del encuentro se acordaron con las dos putas y ahora llegó el momento de lograr la hazaña. Le entregué una cantidad considerable de dinero en efectivo y recibí a cambio la dirección exacta donde pasaríamos esa noche inolvidable.
En mi imaginación había muchas fantasías que quería cumplir con las dos putas, comiéndose cada coño para que me dieran más placer. Pensé que mi objetivo se lograría con la máxima perfección; más aún cuando los dos aparecieron en la puerta y entraron, trayendo consigo un olor a lujuria y misterio que me excitaba cada vez más.
Cada detalle fue planeado para nuestro disfrute; bebedores alucinógenos estaban dispuestos a relajarnos, mientras sofás y cojines nos invitaban a niveles extremos de placer. No se dejó nada al azar, ya que ese momento no podía desperdiciarse.
Una vez terminados TODOS los preparativos, comenzó el juego. Con la intención de entregarme por completo a ambos, me abrí a mi máxima expresión y me entregué en cuerpo y alma a esa experiencia inigualable. Me acerqué a los dos lentamente, con los deseos que me consumían por dentro, lista para explorar cada parte del encuentro.
Comencé a besar lentamente a una de las zorras, devorando sus labios y sintiendo su lengua enredarse con la mía. Cuando me alejé de ella, me uní al juego del lenguaje con el otro, convirtiéndome en un verdadero explorador en un mundo de seducción incontrolable.
Viviendo el momento teniendo sexo con dos zorras
Durante nuestros juegos sexuales, sensaciones increíbles se apoderaron de mí y sentí como si estuviera levitando. Explorar cada parte de sus interesantes curvas me deleitó. A veces invertíamos los papeles y yo quedaba expuesta a la explotación, permitiendo que dos putas obtuvieran una recompensa satisfactoria por mis actos.
Así que perdí completamente el control en sus manos, ya que nunca me había permitido alcanzar ese nivel de placer, hasta el punto de perder toda noción de la realidad. Serviría a mis dos amantes en todos los sentidos, buscando satisfacerlos con los más refinados servicios.
Cuando nos dimos cuenta de que era el momento perfecto para disfrutar de otro tipo de diversión, cambiamos de posición para centrarnos en el deseo más dulce: follar con las dos zorras. Como si fueran dos delicadas y suaves flores, cada una comenzó a ser devorada lenta y suavemente.
El sabor de sus coños follándose a las zorras me dio la sensación de eternidad, durante la cual me deleité con los sabores únicos de cada una. No hubo prisas, lo que contaba era la dedicación para hacer que la experiencia fuera realmente inolvidable.
Después de haber disfrutado de una noche memorable, un día que quedará grabado en mi mente para siempre, guardé mis secretos para mí. Incluso cuando me persiguen referencias al pasado, comienzos y finales felices, recuerdo que confié en mí mismo, marcando mi territorio y aprovechando las fantasías que me alimentan.
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